AL
FUTURO MAESTRO:
Creo que ser maestro tiene, como en el taoísmo su lado luminoso y su lado oscuro y existe una dualidad entre ellos. En la vida casi todo es así; no hay nada tan malo que no tenga algo de bueno y al revés. Lo que importa es ser consciente de todo, luces y sombras, para que nada nos tome desprevenidos y sobre aviso no haya engaño. No me inclino por una actitud indiferente ante las ambivalencias de la vida ni mucho menos por el conformismo; más bien por una actitud realista que relativice lo negativo y valore sin fantasías lo positivo; creo que por ahí va eso que llama madurez.
Y
para estar en esta profesión se necesita de mucha madurez, me querido amigo,
porque de antemano conocemos el lado oscuro de esta profesión que es el bajo
salario que percibimos y aún más profundo, lo que ese salario significa: el precario
reconocimiento social hacia nosotros los maestros. Y claro que esto duele; lo
percibimos todos los días y nos acompaña como infernal oscuridad; a veces
alguien te ve de arriba abajo; mucha gente no valora ni lo que estudiaste ni lo
que haces. El lado oscuro son también los escasos recursos con que cuentas para
realizar tu tarea y la poca atención que tenemos por parte de las autoridades.
Fuera del libro de texto y el gis, casi no cuentas con nada; estás librado a tu
imaginación.
Júntale
a todo lo anterior la pobreza de los alumnos que les dificulta tanto aprender;
la obstinación, indisciplina y rebeldía de algunos muchachos en el aula; la
ignorancia, a veces, de los padres de familia que no saben estimularlos ni
corregirlos, y la falsedad, que nunca falta, en la comunidad. Para ganarte la
atención de los chicos tienes que competir con la “tele”, los videos y los
cantantes de moda, en batallas que están perdidas de antemano; y, como remate,
se te culpa no sólo de que los alumnos no aprendan, sino de todos los males del
sistema educativo. Decididamente, el lado oscuro es más bien negro, de tantas
dificultades y problemas que tiene la profesión.
¿Qué
pondremos en el otro lado? Yo soy maestro (un tiempo quizá demasiado corto para
tanto como ahora hablo sobre la educación) y recuerdo siempre tres cosas que me
parecen hermosas. La primera es la experiencia de “ver aprender”; suena curioso
decirlo así pero no hallo otra manera. Me toco también enseñar a leer a un grupo de campesinos adultos, de
la sierra del Garabato (uno de ellos, don primitivo, de 76 años por cierto). El
momento en que las letras se convierten en palabras y éstas en pensamientos es
como un chispazo que estremece al niño y al adulto por igual; en ese momento el
niño sonríe y su sonrisa es expresión de triunfo, gozo de descubrimiento y
juego ganado; en el adulto es emoción que le desconcierta, comprobación de que
“no era tan difícil” y extraña sensación de descubrir que el pensamiento está
escondido en los garabatos del papel. Yo simplemente lloré cuando don Primi
(como le decíamos de cariño) me dijo esa tarde: “Ya sé leer; ya soy gente de
razón”, soltando un orgullo reprimido por setenta años.
Ser
maestro o maestra es ser invitado, en ciertos momentos privilegiados, a entrar
al alma de nuestros alumnos y ayudarles a encontrarse, a afirmar paulatinamente
su carácter, a descubrir sus emociones, quizás a superar sus temores y
angustias. Y para muchos alumnos el maestro o la maestra son los únicos apoyos
con que cuenta.
Es
por ello que resulta imprescindible el maestro, yo te invito futuro maestro,
que estarás en las aulas, tal vez y dándole clases a mis hijos, que provoques
en ellos felicidad, que los problematices hasta el grado de que piensen por
ellos mismos y te cuestionen, que la felicidad sea tu principal objetivo, que
el amor guie tu camino en el andar del aprendizaje.
Saludos
fraternos
Jorge
Rodríguez.
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